Llegando al final de mi viaje número 28, debo reportar que fue muy largo, ya que todo el recorrido fue a pie. He llegado muy cansada hasta el final. Como en todos mis viajes he recorrido mucho. He aprendido a conocerme más. A valorarme. A entender de las barreras, de los tropezones y saber levantarme después de haber caído. A saborear los momentos dulces, segundo a segundo y a escupir los amargos para que sean más cortos.
Reconozco los últimos días de mi viaje como los más dulces y creo que siempre el final de un viaje define el principio del otro. Esta conclusión es lo que hace que se refleje este brillo en mis ojos. Sonrio y pienso: ¡a emprender mi viaje número 29! Con mi equipaje repleto de ropajes verdes y grandes sueños por alcanzar.
Ahora los dejo. Afuera me espera una nave, preparada para transformarse en auto, submarino y cohete si fuera necesario. Esta vez estoy lista para lo que venga y hasta tengo un espacio a mi lado, si alguien se anima a acompañarme.
