
La playa estaba serena. Tranquila. Como si nada supiera. Ella sentada, contemplándola, acariciando con sus dedos la arena.
Encontró un caracol. Parecía normal. Lo tomó entre sus manos. Lo examinó y se dió cuenta que por debajo tenía una frase que decía: "duerme, piensa en el amor, es lo más cerca que estarás de él". Ella lo miró y con sus dos manos lo colocó en medio de su corazón.
Pasó el tiempo. Ella había olvidado aquella noche, pero, después de ese suceso, cualquier sentimiento positivo de amor
que ella sintió fue sólo en sueños. Al despertar siempre era distinto. La realidad se endurecía como piedra. Nunca le mostró sensaciones de amor verdadero. Ella esperaba las noches y deseaba siempre soñar para poder tener ese sentimiento cerca.
Un día, en uno de sus sueños, vió aquella playa. Se vió sosteniendo en su pecho aquel caracol. El que le robaba sus sentimintos de amor. Se despertó. Pensó. Recordó. Buscó. Encontró. Aquel caracol estaba guardado en el baúl de sus recuerdos olvidados.
Lo observó y como hipnotizada salió corriendo hasta la playa... aquella playa. Llegó hasta la arena, la misma de aquella noche. Se asustó. Quería deshacerse del caracol ladrón de sentimientos ajenos. Este que robaba tal vez para regalarlos a alguien que ni siquiera los merecía.
Con coraje, lo lanzó fuertemente al agua. Lejos, lo más que pudo.
Mientras el caracol se hundía en el fondo del mar, ella perdía poco a poco la respiración.
Cayó en la arena y desde lo más profundo de su ser una voz resonaba:
"duerme... piensa en el amor, es lo más cerca que estarás de él".



