
Desde aquel fatídico día que caí en este agujero se me ha hecho imposible salir del laberinto de la soledad.
He caminado días enteros entre estas paredes sin poder encontrar la salida.
Un día de aquellos en los que mis pies no aguantaban un paso más, un ser de carne y hueso se acercó a mi y caminó a mi lado por el laberinto. Al parecer también se había caído por el agujero. Lo abracé para recordar qué se sentía. Disfruté su calor aún teniendo aquel presentimiento latente que me pronosticaba nieve y mucho frio. Caminamos juntos.
Había transcurrido poco tiempo en el reloj de mi cabeza cuando sentimos la presencia de la sombra de la duda y el miedo.
Nos persiguió por mucho tiempo segura de poder atraparnos. Corrimos. Le pedí detenernos para enfrentarla y desaparecerla. Me detuve. Él decidió seguir huyendo y la sombra siguió tras él.
... y me quedé varada en medio del laberinto de la soledad, esperando algún día encontrar la salida y siempre en asecho de la maldita sombra de la duda y el miedo para destruirla de una vez por todas y evitar que muchos sigan perdiendo su libertad.
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